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¿Por qué nos lavamos las manos todos los días? La historia de la higiene y la opinión de un médico

Un hábito moderno nos ha llegado hace muy poco.
Se trata de un ritual de higiene personal completamente habitual: lavarse las manos. Hoy en día, es difícil imaginar a una persona que niegue la importancia de esta acción, especialmente en tiempos de epidemias y pandemias.

La necesidad de lavarse las manos fue descubierta por la gente no hace tanto tiempo, sólo a finales del siglo XIX. Y el médico cuyo nombre pasó más tarde a la historia como el primero en demostrar la importancia de este procedimiento acabó en un hospital psiquiátrico por sus declaraciones.

Historia del origen y desarrollo de la higiene
El médico húngaro Ignaz Zemmelweis demostró la importancia de lavarse las manos allá por 1847. El caso es que en el hospital donde trabajaba el médico se produjo un brote de fiebre posparto, que causó la muerte de cerca del 40% de los pacientes. Semmelweis descubrió que la causa de la enfermedad era una infección similar a la que puede aparecer en los cirujanos después de trabajar con la autopsia de cadáveres.

Resultó que los médicos que examinaron a las embarazadas les contagiaron la infección justo después de trabajar en la morgue, porque no los desinfectaron adecuadamente.

Tras realizar el experimento, Semmelweis llegó a la conclusión de que las partículas de cadáver que quedaban en las manos de los médicos eran las culpables de la propagación de la infección. Por eso propuso introducir una nueva norma: el tratamiento de las manos con lejía. Después de eso, la tasa de mortalidad en el departamento de médicos se redujo casi un 90% en un año.

Sin embargo, curiosamente, el descubrimiento de Semmelweis no fue recibido positivamente por sus colegas. La comunidad médica negó la veracidad del descubrimiento del doctor de todas las formas posibles y le acusó de mentir. Como resultado, a la edad de 47 años, el doctor fue enviado a un hospital psiquiátrico, donde acabó con su vida.

No fue hasta principios del siglo XX cuando la sociedad volvió a interesarse por el descubrimiento de Semmelweis, después de que Louis Pasteur sentara las bases de la microbiología y se iniciaran los primeros pasos hacia la invención de los antibióticos. No fue hasta 1906 cuando la comunidad médica reconoció el error de sus antepasados: se erigió un monumento póstumo con la inscripción «Salvador del mundo» al médico húngaro gracias a las donaciones de sus colegas de todo el mundo.

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